Patrimonio natural

La costa de sa Dragonera

A lo largo de la costa de Sa Dragonera la influencia marina se evidencia en las formas aerodinámicas adoptadas por arbustos como el tamarindo y el descubrimiento de pequeñas plantas como el endemismo dragonerico de saladina, la cebolla marina y el aromático hinojo marino.

El águila pescadora es, desde el primer avistamiento en la expedición del Archiduque, una de las aves más valiosas. La forma con la que pesca, una caída en picado hacia el agua, es muy llamativa.

Islotes y arrecifes

Los islotes de sa Mitjana y es Pantaleu, así como el arrecife des Calafats, son ecosistemas clave para las comunidades de pardela y cormorán. Su relevancia ambiental deriva del hecho de ir recuperando, después de incendios y sueltas de cabras a lo largo de la historia, sus ciclos biológicos.

La pardela balear es el ave marina migratoria más importante de las Islas Baleares y también de sa Dragonera, ya que es un punto estratégico de nidificación y cría de sus polluelos. La pardela cenicienta es parecida pero más grande; una pescadora marina muy común en la isla. El cormorán es más sedentario y fácil de encontrar en los islotes o sumergiéndose en el agua.

Freu y sus fondos marinos

El paisaje kárstico de la isla regala, también a su fondo marino, fondos de rocas y cuevas donde prolifera el mero, así como extensas praderas de posidonia entre las cuales se resguarda la nacra. Ambas especies marinas se encuentran amenazadas por la presión humana, pero, con la declaración de la Reserva Marina, se ha reforzado su protección.

Volando sobre este canal entre Mallorca y el parque, la gaviota de audouin es fácil de distinguir de la común, por el color coral de su pico y las patas verde oliva. El martín pescador es una de las aves pequeñas de plumaje más vistoso y más rápidas que, alimentándose de pequeños peces o larvas, emiten un "tiiit, tiit" muy característico y penetrante.

Acantilados sombríos de la vertiente norte

La vertiente septentrional de sa Dragonera se configura geomorfològicamente por un impresionante acantilado de 300 metros cortados: «evidencia de una antigua pertenencia a la Sierra de Tramuntana». Este relieve tan abrupto e inhóspito es, justamente, un ecosistema fundamental para la biodiversidad tanto florística como faunística.

Adaptadas a este sombrío paisaje calcáreo, viven especies muy vistosas como el cojinete de monja, a los pies de peñasco, y la violeta de peñasco o el belcho, en las fisuras y pequeñas cuevas de la propia pared del acantilado. En los grandes peñascos también se han ido refugiando el boj y el palmito, dos especies relictas de la mediterránea que, con la huella humana, han ido en retroceso. En especial, la palmácea (el palmito), es una evidencia de un pasado más cálido y lluvioso, y un pilar fundamental de la estrategia de conservación del parque.

Este es el ambiente predilecto del halcón de Eleonor, el cual, en la temporada de nidificación, establece la colonia más abundante de esta «joya zoológica» de las Islas Baleares. También del halcón peregrino, una especie con gran trascendencia histórica para la cetrería. Otras aves como el cernícalo, también transitan por este espacio aéreo.

Peñascos secos y soleados de la vertiente sur

La vertiente meridional, la fachada orientada a Mallorca, cuenta con acantilados marítimos que, si bien no son tan imponentes como los del norte, también cuentan con una importante cobertura vegetal adaptada a la insolación y la roca calcárea: los helechos, culantrillo menudo y culantrillo glanduloso. Estas rocas se encuentran cubiertas de coloridos líquenes como la orchilla, de aquí el uso tradicional para hacer colorante. El “socarrell”, en cotas más litorales pero lejos de las salpicaduras de las olas, se distingue por sus flores amarillas y las ramas como cuernos.

Sobrevuelan estos peñascos, la paloma salvaje (una de las presas por excelencia de los halcones) y el roquero solitario, una especie sedentaria parecida a un mirlo que aquí cría. El paíño europeo es pelágico pero, acercándose al Mediterráneo para nidificar, frecuentemente lo hace en las cavidades y cuevas más inaccesibles de esta vertiente sur.

Garriga

Adaptada a la baja pluviometría de la isla, la fuerza de los vientos marítimos y los suelos calcáreos de la vertiente sureste de sa Dragonera, la garriga es la comunidad vegetal más desarrollada.

Esta comunidad se viste, en las cotas más bajas de la vertiente, por el llamativo color amarillo de las flores de la albaida y el hipérico balearico, uno de los emblemáticos endemismos baleares, así como por los característicos matorrales de brezo y romero: «toda una cata de aromas maridados con la brisa marina».

Con puertos más arbustivos - leñosos y establecidos vertiente arriba, los acebuches (la variedad silvestre de las Baleares del olivo), se encuentran junto con el lentisco, la lechetrezna, el aladierno y el aro entre los claros de estos arbustos.

La garriga es uno de los hábitats donde se puede encontrar el alcaraván, ave esteparia de largas patas que emite un curioso canto. En las zonas soleadas encontramos la lagartija balear, que aprovecha estos matorrales para colocarse encima y, entre sus huecos, lanzarse al ataque de invertebrados e insectos. Llama la atención el hecho de que se alimenten tanto de frutos y flores como, incluso, de aves muertas. Y es que se trata de uno de los vertebrados terrestres más antiguos de Mallorca.

Pinares

El pino blanco es el árbol que mejor se adapta al clima y el suelo, con sus estrategias de regeneración ante incendios. Se caracteriza por su corteza blanquecina y las hojas más cortas y finas que el resto de pinos. Al igual que al resto del archipiélago balear, constituye la masa forestal más prominente y da cobijo a un rico sotobosque.

Estos bosquecillos son escogidos por pequeñas aves como el papamoscas, que emigra hacia sa Dragonera para nidificar, y la curruca balear, toda una joya ornitológica.

Alrededor de la cueva des Moro, el horno de cal y la torre de Llebeig, destacan los únicos mamíferos voladores que, además, combaten plagas forestales como la procesionaria del pino. Se trata de los murciélagos, mayoritariamente forestales o arbolícolas.

Campos de cultivo

Los campos de cultivo, con una mínima extensión en sa Dragonera, son un vestigio del primer poblamiento y la necesidad de cultivar para poder subsistir de la escasez de alimentos. Se trata de un paisaje y un ambiente antropizado en el cual, partiendo de una modesta explotación de cereales de secano (avena y cebada), se han ido introduciendo frutales, el más característico de los cuales es la higuera, pero también se encuentran almendros.

A los bordes de los caminos entre estos cultivos, se encuentran orquídeas como la piramidal, la abeja y la gigante. Florecen con pétalos muy llamativos en la primavera y son muy fáciles de encontrar.

Sobrevuelan estas zonas en búsqueda de semillas, el jilguero, inconfundible por su cara roja, y el pardillo común, muy apreciado por la gente de campo por su canto.

Jardín de Cala Lledó

La historia también ha dejado una impronta botánica. Y es que en el jardín botánico de cala Lledó, se encuentran las plantas más representativas de los diferentes hábitats que aquí se presentan: el litoral, los bosques y la garriga, o los acantilados. Un ejemplo de lo que se encuentra al jardín, es la col de peñasco, una especie que es muy difícil de encontrar debido a que se encuentra a los lugares más recónditos de los peñascos.

Tanto sobre los cultivos como en el jardín, se pueden avistar el ave rapaz llamada águila calzada. Su plumaje ocre y alas oscuras son muy distintivas.

Biodiversidad y particularidades en el parque

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